Si hace año y medio alguien me hubiera dicho que a estas alturas iba a ser capaz de correr casi dos horas seguidas, le habría preguntado que qué había bebido. Nunca me ha gustado correr. Siempre he dicho que correr es de cobardes, pero también oí en una ocasión que la diferencia entre el valiente y el cobarde es que ante la misma situación, los dos corren, pero uno hacia delante y el otro hacia atrás. A lo mejor estoy huyendo de algo, pero todavía no sé de lo que es.
El caso es que en enero de 2008 empecé con mi hermano en esto del running y ayer corrí la media maratón de La Rioja. La hice en 1:54:27 (oficialmente en 1:54:49 desde que dan el pistoletazo de salida, pero yo cronometré desde que pasé por la línea de salida). Mi primer y principal objetivo era terminarla… y lo conseguí. Mi segundo objetivo era aproximarme y si era posible, bajar del 1:50 y no pudo ser, pero no me importó. No me importó porque hasta el kilómetro 14 estuve intentando “tirar” de mi amigo Dani, que estaba tocado por una gastroenteritis que había tenido 2 ó 3 días antes, hasta que llegado a un punto me dijo que siguiera mi ritmo porque pensaba que se iba a tener que “bajar” de la carrera. Al final Dani, muy maño él, terminó la carrera por auténtico pundonor en 2 horitas. ¡Aupa, Dani!
También corrían mis amigos Rubén y Ramón, compañeros y colegas de fútbol-sala, que aunque pensábamos que harían un crono algo mejor, acabaron en 1:53. Lo cierto es que hizo un calor achicharrante. Comenzamos la carrera con casi 30 grados y eso hizo que las marcas fueran algo peores que las que esperábamos (bueno, menos los profesionales; cuando me doblaron los keniatas –el primero terminó en 1:02:37- parecía que iban en moto). Yo sobreviví gracias a la cantidad de agua que me fui echando por encima, tanta que al final llegué tan mojado que parecía que me había caído a una piscina.
El recorrido estuvo muy animado por el público y había mucha gente conocida (familiares, amigos, compañeros y pacientes) que me animaron. Gracias a todos. Así da gusto. Parece que cuando te jalean y aplauden se te acelera el paso.
Al final, todo “positivo”. Conseguí terminar la carrera, eché una mano a un amigo, compartí esfuerzo con otros amigos y un montón de corredores, me sentí arropado por la gente que me animó, vi recompensado mi esfuerzo de año y medio de preparación y aunque al llegar a meta lo hice bastante cansado, con una sonrisa en los labios pensé ¡he podido! Y no veáis lo bien que sienta eso.
El caso es que en enero de 2008 empecé con mi hermano en esto del running y ayer corrí la media maratón de La Rioja. La hice en 1:54:27 (oficialmente en 1:54:49 desde que dan el pistoletazo de salida, pero yo cronometré desde que pasé por la línea de salida). Mi primer y principal objetivo era terminarla… y lo conseguí. Mi segundo objetivo era aproximarme y si era posible, bajar del 1:50 y no pudo ser, pero no me importó. No me importó porque hasta el kilómetro 14 estuve intentando “tirar” de mi amigo Dani, que estaba tocado por una gastroenteritis que había tenido 2 ó 3 días antes, hasta que llegado a un punto me dijo que siguiera mi ritmo porque pensaba que se iba a tener que “bajar” de la carrera. Al final Dani, muy maño él, terminó la carrera por auténtico pundonor en 2 horitas. ¡Aupa, Dani!
También corrían mis amigos Rubén y Ramón, compañeros y colegas de fútbol-sala, que aunque pensábamos que harían un crono algo mejor, acabaron en 1:53. Lo cierto es que hizo un calor achicharrante. Comenzamos la carrera con casi 30 grados y eso hizo que las marcas fueran algo peores que las que esperábamos (bueno, menos los profesionales; cuando me doblaron los keniatas –el primero terminó en 1:02:37- parecía que iban en moto). Yo sobreviví gracias a la cantidad de agua que me fui echando por encima, tanta que al final llegué tan mojado que parecía que me había caído a una piscina.
El recorrido estuvo muy animado por el público y había mucha gente conocida (familiares, amigos, compañeros y pacientes) que me animaron. Gracias a todos. Así da gusto. Parece que cuando te jalean y aplauden se te acelera el paso.
Al final, todo “positivo”. Conseguí terminar la carrera, eché una mano a un amigo, compartí esfuerzo con otros amigos y un montón de corredores, me sentí arropado por la gente que me animó, vi recompensado mi esfuerzo de año y medio de preparación y aunque al llegar a meta lo hice bastante cansado, con una sonrisa en los labios pensé ¡he podido! Y no veáis lo bien que sienta eso.
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