“Si pierdo un par de kilos en una semana, me sentiré feliz”.
Esta es una frase que he escuchado en cantidad de ocasiones en una primera
consulta.
La frase encierra un
cierto grado de esperanza en el sentido de que comenzar una dieta y hacerlo
bajando peso de manera ostensible, puede animar a la persona para seguir
intentándolo, pero también encierra un peligro latente, que es el intentar
comparar las siguientes semanas con la primera.
Casi todo el mundo que haya comenzado una dieta alguna vez,
sabe que habitualmente es en la primera semana en la que mayor pérdida de peso
se observa. Fijaos que acabo de decir que se observa mayor pérdida de peso, no
mayor adelgazamiento (es decir, pérdida de grasa) y eso sucede porque al
comienzo de la dieta es cuando mayor movimiento de líquidos corporales hay y
por eso, al eliminar más líquido, la báscula refleja mayor pérdida de peso.
De hecho, si nos paramos a
pensar un momento, nos daremos cuenta que casi todas las “dietas milagro”
son dietas que duran muy pocos días y que de una manera o de otra fuerzan la
eliminación de líquido y, al menos aparentemente, consiguen un adelgazamiento
rápido, pero en realidad no nos aportan nada bueno, ya que no nos enseñan
buenos hábitos alimentarios y nos hacen perder peso por deshidratación.
Volviendo a la frase de “si pierdo un par de kilos...”, he
de decir que esto del adelgazamiento no es una carrera de velocidad en la que
hay que perder kilos rápidamente, sino
más bien una carrera de fondo (o al menos de medio fondo) en la que influye más
la resistencia y la perseverancia que la explosividad que requieren las pruebas
cortas. No obtendrá mejor resultado quien más corra sino quien sepa dosificar
su esfuerzo y sepa superar las dificultades y los altibajos (¿os acordáis de la
fábula de la liebre y la tortuga?)
Pero no podemos pasar por alto lo más dramático de la frase
en cuestión: “...me sentiré feliz”. Desde mi humilde punto de vista, esta
coletilla lleva consigo un tremendo error. No podemos basar nuestra felicidad
en perder un par de kilos en una semana. Acaso nos ocasione una pequeña alegría
que, como decía al comenzar el post, nos anime a perseverar en el intento,
pero de ahí a decir que por eso nos sentiremos felices o, lo que sería lo mismo
(o incluso peor), que el no conseguirlo nos haga sentirnos desgraciados, va un
abismo.
No hago más que insistir en que una actitud positiva es
fundamental, igual que para casi todo en esta vida ( y digo “casi” por dejar el
beneficio de la duda) para afrontar un tratamiento para adelgazar, pero crearse
uno mismo unas expectativas desmedidas, aunque sean positivas, no nos lleva a
ningún sitio o, en todo caso, a sentirnos frustrados si no lo conseguimos.
Pongamos los pies en el suelo y marquémonos objetivos
realistas y fáciles de conseguir, perseveremos en el intento, levantémonos si
nos caemos e intentemos ser felices con todas esas pequeñas cosas que nos
ofrece la vida, aunque no perdamos dos kilos en una semana.
Hay cosas más
importantes ¿no os parece?