Para los que tengáis hijos pequeños (o sobrinos, o
ahijados...).
Aquí os dejo una historia que me pasó mi padre hace unos
cuantos años y que aún guarda como un tesoro para sus nietos más pequeños y sus
biznietas (no en vano, mi padre fue Baltasar unos cuantos años en la fiesta de
Reyes que organizaban en su trabajo).
Espero que os guste.
Apenas el padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto
a escuchar como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en
el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:
- ¿Papá?
- Sí, hija, cuéntame
- Oye, quiero… que me digas la verdad
- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un
poco sorprendido
- Es que… – titubeó la niña.
- Dime, hija, dime.
- Papá, ¿existen los Reyes Magos?
El padre se quedó mudo, miró a su mujer intentando descubrir
el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido
como el suyo que le miraba igualmente.
- Las niñas del colegio dicen que son los padres. ¿Es verdad?
La nueva pregunta de su hija le obligó a volver la mirada
hacia ella y tragando saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees, cariño?
- Yo no sé papá, que sí y que no. Por un lado me parece que
sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso...
- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los
regalos pero…
- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos
humedecidos-. ¡Me habéis engañado!
- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos
sí que existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de la
chiquilla.
- Entonces no lo entiendo papá.
- Siéntate, cariño, y escucha esta historia que te voy a
contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre,
mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.
La niña se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar
cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que
para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:
Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente
guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron
regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía
tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar
regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy
difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones
de niños como hay en el mundo.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a
sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y,
aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder
recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan
bonito....
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no
podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía
escucharles muy atento, sonrió y su voz se escuchó en el Portal:
- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco
vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme:
¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh! necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno
para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros
regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.
- No os preocupéis por eso -dijo el Niño-. Yo os voy a dar,
no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la
vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener
deben querer mucho a los niños?
- Sí, claro, eso es fundamental – asintieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los
deseos de los niños?
- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron
cada vez más entusiasmados los tres.
- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más
a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a
comprender lo que el Niño Jesús estaba planeando, cuando su voz de nuevo se
volvió a oír:
- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de
los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos
regalos, YO ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los
padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra
parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras
los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los
propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para
entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en
todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de
cariño. Y recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.
Cuando el padre hubo terminado de contar esta historia, la
niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:
- Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta
de saber que me queréis y que no me habéis engañado.
Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el
Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.
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