¿Eres de los que empujan o de
los que fluyen? ¿Empujas para que las cosas pasen o fluyes con las cosas que
pasan?
Para algunas personas, sea lo
que sea, ya ocurrió, o no.
Me explico: Hay personas que
los domingos los pasan fuera de casa, en el campo, todo el día, por lo que no
se enteran qué pasa en el mundo. Pero a la noche ven en diferido el partido de
fútbol que han grabado y para ellos es como si lo vieran en directo. Así que se
alegran, se amargan, se emocionan… y cuando la pelota va por el aire dicen: “esta
entra, esta entra, esto es gol”. Pues bien, la pelota va a ir a dar a donde
tiene que dar y a ningún otro lugar ¿por qué? Porque ya pasó, ya sucedió, solo
que como ellos lo ignoran, se creen que está ocurriendo mientras lo ven.
El tiempo se presenta de una
manera difícil de entender. Para esas personas vivimos la vida con la ilusión
de que es un evento en vivo, pero en realidad, creen que es en diferido. Lo que
tenga que pasar ya pasó o no pasará nunca.
Ahora tienes que tomar la
iniciativa y salir a averiguarlo. Ahí está la magia.
Por petición popular, esta entrada tenía que incluir una receta y como el pueblo es soberano (habla, pueblo, habla) y el blog es mío, pues aquí os dejo una nueva recetita, fácil, fácil y rica, rica. Vamos a ello.
Calabacín con mejillones
Podemos utilizar mejillones congelados (que sean de buena calidad) o frescos (mejor) que habrá que abrirlos al vapor con un chorrito de vino blanco, una hojita de laurel y unos granos de pimienta sin moler. Poner en un cazo un par de cucharadas de aceite de oliva y sofreír una cebolla en trozitos. Añadir una cucharadita (de las de postre) de harina y remover. Añadir el contenido de un bote de tomate triturado y ajustar de sal y azúcar (para quitar la acidez), un chorrito de brandy, pimienta molida y un poco de caldo de pescado (vale el de brick) o del caldo de abrir los mejillones (colado para evitar impurezas). Dejamos cocer de 10 a 15 minutos y al final añadimos los mejillones para que cojan el sabor. En una sartén antiadherente pincelada de aceite hacemos a la plancha uno o dos calabacines en rodajas (no muy hechos, que queden un poco tiesitos). Preparamos el plato poniendo una cama de rodajas de calabacín y encima los mejillones con un poquito de salsa. Otra opción es presentarlo como pinchos, ensartando en un palillo uno o dos mejillones sobre una rodaja de calabacín y echándole por encima un poquito de salsa.
Pasadas
las fiestas de Navidad, aquí estamos otra vez
dispuestos a compartir informaciones que, espero que así sea, puedan seros
interesantes.
De
momento ¿qué tal siempezamos el año desayunando bien?
Seguro
que habréis oído alguna vez el refrán que dice que hay que desayunar como un
rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo ¿verdad?
El
desayuno debería ser la primera comida del día, pero ¿cuántas personas, adultos
y niños, empiezan su día laboralo
escolar sin desayunar como debieran?
Tenemos
que tener en cuenta que el desayuno es importante porque nos aporta la energía
necesaria para empezar el día. Está más que demostrado que saltarse esta comida
(que debería aportar del 20 al 25% de las calorías diarias) disminuye el
rendimiento físico y mental (nos quedamos “sin pilas”), sobre todo a última
hora de la mañana. Claro que me diréis que el cuerpo es muy listo y que quienes
se toman solo un café bebido luego se toman otro con un bollo o un pincho de
tortilla a media mañana, pero eso solo compensa a medias.
No
es broma. Estadísticamente es cierto que los niños que desayunan mal se
concentran peor en el colegio y aprenden menos. Y lo mismo se ha visto con los
adultos.
Podemos
argumentar que tenemos razones para saltarnos el desayuno.
La primera son las
prisas mañaneras y su solución es obvia: levantarse antes (¿a que cuando vamos
de vacaciones y bajamos a desayunar al buffet del hotel desayunamos más?).
La
segunda es la de no tener hambre por la mañana. En esto influyen dos cosas que
son la costumbre y la cena del día anterior. Si nos pasa esto, deberíamos
acostumbrarnos poco a poco a desayunar más cenando menos (recordad, cenar como
un mendigo…). A lo mejor hay que probar a irse a la cama con algo de apetito.
Probad y desquitaros por la mañana si podéis. Sobre todo, evitad cenas pesadas
y copiosas, pero poco a poco, porque como pasa con todos los hábitos, los
cambios bruscos suelen fracasar. Comenzad con un vaso de leche o frutas. Cuando
os hayáis acostumbrado a esto, añadid cereales a la leche o galletas o una
tostada…
Mucho
ojo con el desayuno de los niños sobre todo si se lo preparan ellos. Que no se
lo salten.
¡Ah!
Y no penséis que saltarse el desayuno ayuda a adelgazar, sino más bien al contrario
porque mientras las calorías del desayuno las quemamos durante la mañana, si
desayunamos poco comeremos más (y peor) durante el día. Y sobre todo, una cena
abundante irá directamente a “la despensa”.
Por
último, un buen desayuno debería incluir como mínimo un lácteo, fruta y
cereales, procurando no basarlo en los dulces.
Para los que tengáis hijos pequeños (o sobrinos, o
ahijados...).
Aquí os dejo una historia que me pasó mi padre hace unos
cuantos años y que aún guarda como un tesoro para sus nietos más pequeños y sus
biznietas (no en vano, mi padre fue Baltasar unos cuantos años en la fiesta de
Reyes que organizaban en su trabajo).
Espero que os guste.
Apenas el padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto
a escuchar como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en
el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:
- ¿Papá?
- Sí, hija, cuéntame
- Oye, quiero… que me digas la verdad
- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un
poco sorprendido
- Es que… – titubeó la niña.
- Dime, hija, dime.
- Papá, ¿existen los Reyes Magos?
El padre se quedó mudo, miró a su mujer intentando descubrir
el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido
como el suyo que le miraba igualmente.
- Las niñas del colegio dicen que son los padres. ¿Es verdad?
La nueva pregunta de su hija le obligó a volver la mirada
hacia ella y tragando saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees, cariño?
- Yo no sé papá, que sí y que no. Por un lado me parece que
sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso...
- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los
regalos pero…
- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos
humedecidos-. ¡Me habéis engañado!
- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos
sí que existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de la
chiquilla.
- Entonces no lo entiendo papá.
- Siéntate, cariño, y escucha esta historia que te voy a
contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre,
mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.
La niña se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar
cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que
para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:
Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente
guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron
regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía
tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar
regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy
difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones
de niños como hay en el mundo.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a
sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y,
aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder
recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan
bonito....
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no
podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía
escucharles muy atento, sonrió y su voz se escuchó en el Portal:
- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco
vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme:
¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh! necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno
para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros
regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.
- No os preocupéis por eso -dijo el Niño-. Yo os voy a dar,
no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la
vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener
deben querer mucho a los niños?
- Sí, claro, eso es fundamental – asintieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los
deseos de los niños?
- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron
cada vez más entusiasmados los tres.
- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más
a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a
comprender lo que el Niño Jesús estaba planeando, cuando su voz de nuevo se
volvió a oír:
- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de
los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos
regalos, YO ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los
padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra
parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras
los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los
propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para
entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en
todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de
cariño. Y recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.
Cuando el padre hubo terminado de contar esta historia, la
niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:
- Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta
de saber que me queréis y que no me habéis engañado.
Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el
Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.