Esta semana tenía pensado colgar una receta que preparé el otro día para cenar, pero cuando después de comer he echado un ojo a la prensa del fin de semana, he encontrado un bonito palabro que hacía mucho tiempo que no había oído y entonces he decidido hablar (o escribir) sobre él y dejar la receta para otro día.
El bonito palabro en cuestión es “bonhomía” y su significado, más que bonito, es hermoso.
Bonhomía es un término que procede del francés bonhomie y que según el DRAE significa: Afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento.
En los tiempos que corren, cada vez es más raro que una persona sea reconocida por los demás como alguien con esas características de “buen hombre” o “buena persona” (utilizando las palabras hombre y persona como genéricos, no como masculino o femenino) e intentar ser nosotros mismos un paradigma de bonhomía no deja de ser un reto asaz complicado.
Y en gran parte es complicado por las apreciaciones de su propia definición: “…en el carácter y en el comportamiento” lo que convierte las características de la bonhomía en todo un estilo de vida.
Lo que no deja de ser curioso es, precisamente, que nos resulte tan complicado ponerlo en práctica porque seguramente más de uno podríamos decir aquello de que “eso es lo que me enseñaron en casa y en la escuela cuando era pequeño”.
Por eso, qué bonito sería que intentáramos rescatar al niño que fuimos y que aprendió a ser “buena gente” y volver a ser no buenos a secas, ni ingenuos, sino personas plenas de bondad en el corazón y sencillez en las maneras.
A lo mejor no es tan difícil. La base ya la tenemos ¿la buscamos y la sacamos a relucir?
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