Aunque si nos preguntaran diríamos que luchamos por conseguir lo que nos gusta y evitar lo que nos disgusta, a menudo la realidad nos demuestra que preferimos evitar lo que nos gusta si es que eso nos va a acarrear disgustos a posteriori. Y eso lo hacemos porque tendemos a enfocar la atención sobre como evitar el dolor y obtener placer o satisfacción a corto plazo, aunque con esa actitud lo que conseguimos es crear dolor e insatisfacción a largo plazo.
De una manera o de otra, podríamos decir que el arte de vivir consiste en buena parte entre lo que “hacemos” que suceda y lo que “dejamos” que suceda. O lo que es lo mismo, aquellas cosas en las que invertimos tiempo y energía para conseguir que se hagan realidad y aquellas otras en las que aceptamos la realidad tal y como se presenta. Eso sí, asumiendo la responsabilidad tanto de un comportamiento como del otro y teniendo en cuenta que la preocupación es el peor de los estados, ya que estando preocupados no experimentamos ni relajación ni productividad y por tanto es más difícil que consigamos nuestros objetivos.
2 comentarios:
Muy interesante tu reflexión, pero cómo diferenciar lo que podemos dejar pasar y lo que debemos hacer que pase? A veces es difícil diferenciarlo.
Un saludo,
Linangel.
hola Linangel.
Yo creo que en la mayor parte de las ocasiones no se trata de diferenciar lo que podemos dejar pasar y lo que debemos hacer que pase, sino más bien de decidir en qué cosas gastamos nuestras energías y en cuales no nos merece la pena hacerlo. Y esa decisión es, o al menos debería serlo, personal e intransferible, ya que cada uno tenemos unos objetivos y/o unas prioridades y lo que para uno resulta insignificante para el otro puede ser de gran importancia. Pongamos un ejemplo: muchas madres discuten con sus hijos por no tener ordenada su habitación. Unas recogerán la habitación (aunque seguirán refunfuñando día tras día) porque no soportan ver desorden a su alrededor y otras en cambio aceptarán (a regañadientes, seguramente)el desorden y dejarán la habitación sin recoger, la ropa del hijo sin planchar, etc, etc hasta que éste se dé cuenta de que las cosas no se hacen solas y comience a aceptar su responsabilidad y a recoger su cuarto ¿cuál de las dos es la posición correcta? ¿cuál es mejor o peor madre? ¿siempre que no esté el cuarto recogido habrá que actuar de igual forma?
O sea, que no hay varita mágica ni respuesta universal y cada uno tendrá que tomar sus propias decisiones y aceptar su responsabilidad en cada caso ¿no te parece?
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