¿Sabéis aquel que dice que...? eran dos hermanos, uno muy, muy optimista y el otro exageradamente pesimista. Llegó navidad y escribieron la carta a los Reyes Magos. El pesimista pidió un coche teledirigido y el optimista un caballo.
Sus padres quisieron darles una lección a cada uno para ver si cambiaban un poco su actitud y al hijo pesimista le compraron el mejor coche teledirigido que había en el mercado y al optimista le metieron en una caja de regalo una enorme boñiga de caballo.
La víspera de Reyes la pasaron como de costumbre. El optimista imaginando como sería su caballo y lo que iba a disfrutar montándolo y el pesimista pensando que seguro que los Reyes no le iban a traer el regalo que había pedido porque igual no se había portado bien y por otros mil motivos más.
La mañana de Reyes, se levantaron y abrieron sus regalos y...
El pesimista: ¡Jo! Es un coche demasiado bueno... seguro que se me rompe o me lo quitan y no puedo disfrutar de él.
El optimista: ¡Halaaaa! ¡mira, papá! ¡qué pedazo de caballo me han traído los Reyes! ¡mira como caga!
Este chiste me ha traído a la memoria a un par de personajes de cómic de los años sesenta y setenta que aparecían en la revista (tebeos les llamábamos) Tiovivo.
Entre la multitud de personajes que inventó, el malogrado dibujante de cómics Escobar creó la figura de don Óptimo, un tipo bajito, regordete y con un pequeño bigotito que solía vestir con colores vivos y un sombrero a juego. Era una persona alegre, jovial y vitalista a quien parecía que la suerte siempre acompañaba y que siempre veía el lado amable de la vida.
Le acompañaba en sus aventuras su amigo don Pésimo, alto, con larga nariz sobre su bigote y con aspecto siembre gris, tristón y taciturno y muy a menudo de mal humor. Era lo que podríamos llamar un “cenizo”.
La aventura que les sucedía en cada historieta era la misma para ambos, pero cada uno la veía y la disfrutaba o padecía de una forma distinta, pero parecía que a uno solo le pasaban cosas buenas y al otro en cambio, solo desastres.
Y si no recuerdo mal, casi todas las historietas terminaban con don Óptimo diciendo
Sus padres quisieron darles una lección a cada uno para ver si cambiaban un poco su actitud y al hijo pesimista le compraron el mejor coche teledirigido que había en el mercado y al optimista le metieron en una caja de regalo una enorme boñiga de caballo.
La víspera de Reyes la pasaron como de costumbre. El optimista imaginando como sería su caballo y lo que iba a disfrutar montándolo y el pesimista pensando que seguro que los Reyes no le iban a traer el regalo que había pedido porque igual no se había portado bien y por otros mil motivos más.
La mañana de Reyes, se levantaron y abrieron sus regalos y...
El pesimista: ¡Jo! Es un coche demasiado bueno... seguro que se me rompe o me lo quitan y no puedo disfrutar de él.
El optimista: ¡Halaaaa! ¡mira, papá! ¡qué pedazo de caballo me han traído los Reyes! ¡mira como caga!
Este chiste me ha traído a la memoria a un par de personajes de cómic de los años sesenta y setenta que aparecían en la revista (tebeos les llamábamos) Tiovivo.
Entre la multitud de personajes que inventó, el malogrado dibujante de cómics Escobar creó la figura de don Óptimo, un tipo bajito, regordete y con un pequeño bigotito que solía vestir con colores vivos y un sombrero a juego. Era una persona alegre, jovial y vitalista a quien parecía que la suerte siempre acompañaba y que siempre veía el lado amable de la vida.
Le acompañaba en sus aventuras su amigo don Pésimo, alto, con larga nariz sobre su bigote y con aspecto siembre gris, tristón y taciturno y muy a menudo de mal humor. Era lo que podríamos llamar un “cenizo”.
La aventura que les sucedía en cada historieta era la misma para ambos, pero cada uno la veía y la disfrutaba o padecía de una forma distinta, pero parecía que a uno solo le pasaban cosas buenas y al otro en cambio, solo desastres.
Y si no recuerdo mal, casi todas las historietas terminaban con don Óptimo diciendo
aquello de… “No hay mal que por bien no venga”
1 comentario:
El otro día hablábamos mi mujer y yo de estos dos personajes, qué gracia.
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