lunes, 10 de septiembre de 2012

la mochila

Suele suceder que cuando una persona pierde una cierta cantidad de kilos, pierde al mismo tiempo la noción de cómo estaba antes de comenzar la dieta. Es entonces cuando le recomiendo buscar una referencia.

Suelo indicar a mis pacientes que no se deshagan de toda la ropa que utilizaban a inicio del tratamiento, que guarden al menos una prenda (a poder ser un pantalón o una falda que no tengan la cintura de goma) y que periódicamente se lo pongan delante del espejo y que piensen “esto lo llenaba yo antes”.
Ni qué decir tiene que echar mano de los documentos gráficos (fotografía y películas de vídeo) también nos sirve de referencia para  ver el “antes” y el “después”.
Pero si quereis una prueba “de peso”, haced lo siguiente: Cojed una mochila y llenadla de tantos kilos de patatas (o de piedras) como kilos hayais perdido hasta este momento, colocaros la mochila en los hombros y, durante media hora, haced vuestras actividades habituales. Vereis como se nota la diferencia.
Cierto es, me podreis decir,  que no es lo mismo llevar veinte kilos (por poner un ejemplo) colgados a la espalda que repartidos por todo el cuerpo, pero no deja de ser igual de cierto que no es lo mismo llevar veinte kilos durante media hora que  durante las 24 horas del día. Pensad que caminais con la mochila, os sentais con la mochila, trabajais con la mochila, os acostais con la mochila, os dais vueltas en la cama con la mochila y os levantais con la mochila.
Lo que pasa es que cuando engordamos vamos echando de una en una las patatas a la mochila y eso hace que, poco a poco, nos vayamos acostumbrando a movernos con el nuevo peso.
Si cuando engordamos nos pusieran encima “de golpe” todos los kilos que vamos a llegar a pesar de más, otro gallo cantaría.
Incluso me atrevería a aventurar que no habría tantas personas con sobrepeso. ¿No os parece?


2 comentarios:

Fernando Iglesias dijo...

Totalmente de acuerdo. Te acostumbras a tener TU cuerpo y no te planteas ciertas mejoras en el mecanismo que nos hace funcionar, al menos es mi caso. Yo llevo una mochila de las grandes, de las de subir el Himalaya, pero creo que tengo que desprenderme del saco de dormir, la cantimplora y algunas cosas más para aligerarla. El problema, el de siempre, la falta de voluntad para dar ese primer paso y sobre todo para dar el segundo y el tercero, es decir, para ser constante. Seguro que mi hipertensión lo agradecería.

Jose dijo...

El problema no es que te acostumbras a tener TU cuerpo, sino TU cuerpo CON mochila incorporada y esa no viene "de serie"...
Y no solo lo agradecería tu tensión (tu hipertensión agradece más el sobrepeso, también tu corazón, y tus rodillas y...