Hay quien dice que los Reyes son los padres. Yo lo puedo
confirmar.
Es una fiesta, la de los Reyes Magos, que en mi casa siempre
se ha celebrado por todo lo alto y que he mamado desde pequeñito.
Durante varios años, mi padre fue Baltasar en donde trabajó
toda su vida, el antiguo INP (hoy INSS) y por sus rodillas pasaron los hijos de
todos sus compañeros y, cómo no, nosotros, sus hijos, también. Y unos años después, mi hermano Edu cogió su
testigo y también hizo de Baltasar varios años en el Colegio San José y
entonces fue mi hijo el que pasó por sus rodillas alucinando con todas las
cosas que el Rey sabía de él.
Al principio, lo recuerdo preparando la noche anterior todos
los bártulos para ir a cazar (su excusa para no estar con nosotros por la
mañana) y luego entendí porqué nunca cazaba nada.
Más tarde, lo recuerdo preparando el maquillaje con una
mezcla de corcho quemado y cerveza.
Este Baltasar, siempre llevaba en el bolsillo un buen puñado
de pipas de Oriente que iba repartiendo entre los chavales y que todos
coincidíamos en que sabían igual que las pipas de girasol de aquí.
También llevaba un anillo “de oro” que ofrecía a besar a las
madres de los niños (las esposas de sus compañeros) que al acercarse recibían
un chorro de agua directamente en la cara ya que era un anillo de broma
conectado a una pera de agua. Lo mejor era que las mamás no se podían quejar
delante de los niños para no delatarlo.
¡Todavía están en su casa los pendientes de bisutería que
utilizaba ese día! El primer día que vio a mi hijo con un pendiente, no dijo
nada, se fue a su habitación y salió con los pendientes de Rey Mago colgando de
las orejas y partiéndose el pecho de risa…
Y para colmo, el otro día encontré en su casa el diploma que
le acredita como “Cuarto Rey Mago” y que se lo envió como agradecimiento una de
las ONGs con las que colaboraba habitualmente.
¡¿Cómo no me van a gustar los Reyes Magos?!
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