Compasión. Bonito palabro
Según nuestro amigo el DRAE, compasión (Del latín compassĭo,
-ōnis), es un sentimiento de conmiseración y lástima que se
tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias.
O sea, que compasión quiere decir
literalmente “sufrir juntos”, o dicho de otro modo, la capacidad de sufrir con
los otros.
Pero si nos quedamos en esta definición,
no nos tiene que extrañar que compasión suela confundirse con lástima y, por
ende, autocompasión con victimismo, en lugar de darnos cuenta que la compasión
es uno de nuestros Valores Personales que nos hace ser conscientes de los
problemas del otro y, por tanto, en disposición de poder ayudar. Es ese valor
que nos hace sensibles a los males de las otras personas y nos impulsa a
aliviar o a reducir su sufrimiento. Es una forma de solidaridad que nos vincula
con los demás, pero también es una expresión de generosidad, ya que por un
momento dejamos de pensar en nosotros mismos para poner nuestra inteligencia,
imaginación y sensibilidad al servicio de quienes las necesitan.
La compasión, es el deseo en
nuestro interior de ver a los demás bien, de ayudarlos a ser felices, a que
cumplan sus sueños y a que superen momentos difíciles y se encuentra en actos
tan sencillos como escuchar, compartir y recordar. Tiene en cuenta la realidad
de otras personas. Es bondad, benevolencia, amistad y se muestra siendo amable, simpático y útil a los
demás.
Así que compasión es sentir y dar amor a
quien está sufriendo, sean los demás o uno mismo, ya que la autocompasión no
deja de ser ese sentimiento de amor dirigido hacia uno mismo cuando ese uno
mismo se encuentra en medio del sufrimiento, convirtiéndose en una poderosa
herramienta de nuestra inteligencia emocional mediante la cual conseguimos
generar nuevas emociones positivas aceptando las negativas.
Por todo esto, y por más, creo que podemos
asegurar que la compasión hace mejor a las personas y al mundo.