Muchos de los comportamientos que tenemos a diario se dirigen a comprender cómo somos vistos por los demás.
Tener una visión lo más precisa posible respecto a la manera en que nos perciben los demás es esencial, no sólo en nuestra vida privada, sino también en el ámbito laboral.
Esto tiene implicaciones importantes, ya que tener mala percepción de los demás, o que la tengan de nosotros, puede dificultar sobremanera las relaciones personales o el trabajo en equipo.
Es preciso que uno mejore su autoconcepto. Cambiar la perspectiva que tenemos sobre nosotros mismos nos ayuda a predecir con más certeza lo que los demás piensan de nosotros.
Aunque lo que importa realmente no es lo que los demás piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo. Por consiguiente, podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos.
Se cuenta que en un pequeño pueblo, un grupo de personas se divertían a costa del tonto del lugar, un pobre infeliz que vivía de hacer pequeños recados.
Todos los días, algunos hombres llamaban al tonto al bar donde le invitaban a un refresco y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 50 céntimos y otra de menor tamaño, pero de 1 euro.
Él siempre escogía la más grande (y menos valiosa), lo que era motivo de grandes carcajadas para todos.
Un día, una persona de buen corazón que observaba al grupo reírse del inocente hombre, le llamó aparte y le preguntó si todavía no se había dado cuenta de que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le respondió:
- Claro que me he dado cuenta, no soy tan tonto. Ya sé que la grande vale menos, pero el día que escoja la otra, el jueguecito se acaba y ni voy a tomar mi refresco gratis ni voy a ganar más mi moneda.
Moraleja: El hombre verdaderamente inteligente es el que aparenta ser tonto, delante de un tonto que aparenta ser inteligente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario