¿Estamos satisfechos con nuestro mundo? ¿y con nuestra vida? ¿deseamos cambiarlos?
Pues empecemos por nosotros mismos. Si nuestra actitud frente a la vida cambia, seguramente también cambiará la de las personas y el mundo que nos rodean.
Cuentan que un conferenciante estaba en su casa pensando en un tema para preparar una de sus charlas. En la calle llovía, su esposa había salido de compras y su hijo estaba jugando y montando bastante jaleo. Como no se podía concentrar, se puso a hojear una revista y encontró una fotografía de un mapa del mundo. Arrancó la página y la cortó en un montón de trozos con unas tijeras.
Entonces le dijo al hijo: “Como sé que te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo arregles sin ayuda de nadie y cuando lo termines, jugamos o vamos a ver una peli ¿vale?”
El hombre pensó que iba a tener un buen rato para poder trabajar tranquilo, pero en menos de media hora se le acercó el niño diciendo “ya está papá, vamos a jugar”.
El padre no podía creer que un niño de esa edad fuera capaz de armar el mapa en tan poco tiempo, y cuando comprobó que era cierto le preguntó “¿cómo lo has hecho?”
Y el niño contestó: “He visto que por la parte de atrás del mapa había una foto de un hombre, he montado la foto del hombre y cuando conseguí arreglar al hombre, le he dado la vuelta y he visto que había arreglado al mundo”.
El padre se puso a jugar con su hijo y después escribió el título de su próxima charla: “SI EL HOMBRE ESTÁ BIEN, EL MUNDO ESTARÁ BIEN”
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