Corre por ahí la idea de que para adelgazar hay que pasar hambre. ¡Craso error! Una dieta de adelgazamiento en la que se pasa hambre es, de entrada, una dieta mal planteada.
Lo que sí puede ser frecuente es que se pasen “ganas de comer”, es decir, que nos llamen la atención exageradamente aquellos alimentos de los que debemos prescindir por ser altamente calóricos o desaconsejados en la dieta.
No es lo mismo, por tanto, el hambre y las ganas de comer, aunque hay gente que las confunde y, a veces, incluso, como dice el dicho, se juntan.
Por otra parte, si hablamos de hambre, hemos de decir que no es malo llegar con sensación de hambre a la hora de las comidas. De hecho, si no tuviéramos esa sensación, podríamos morir por inanición, ya que nuestra cerebro no recibiría la información de que “falta combustible” y, al no mandar la orden de búsqueda de alimento, sería muy posible que no nos preocupáramos de conseguirlo. Por tanto, llegar con “hambre” a las comidas lo podemos considerar como algo positivo e, incluso, deseable.
Lo que ya no podríamos considerar normal sería el quedarnos con sensación de hambre después de las comidas, pues sería un indicador de que la ración ha sido insuficiente y, por consiguiente, sería más que probable que tuviéramos que replantearnos, al menos, ciertos aspectos de la dieta.
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