No sé qué pasa últimamente, si es la luna llena que ha habido en el cielo estos días de atrás, la crisis y su pastelera madre o la variación del eje de la Tierra que dicen los científicos que ha sucedido tras los últimos grandes terremotos, pero el caso es que no sé si es real o percibido, me da la sensación de que la gente que veo a mi alrededor está un tanto crispada (probablemente ellos puedan decir lo mismo de mi. Quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra).
Esta situación me viene de perlas para hablaros de otro “bonito palabro” de mi colección que ya apuntaba en la entrada pasada cuando contaba mis vicisitudes en la estación de Delicias (encima cachondeo con el nombrecito) de Zaragoza a causa de la ciclogénesis explosiva.
Este “bonito palabro” es ataraxia.
Ataraxia es sinónimo de imperturbabilidad, sosiego, paz interior y tranquilidad espiritual.
En el Diccionario de la Real Academia Española, podemos encontrar las siguientes definiciones:
Imperturbabilidad: cualidad de imperturbable.
Imperturbable: que no se perturba
Perturbar: Inmutar, trastornar el orden y concierto, o la quietud y el sosiego de algo o de alguien.
Turbar: interrumpir, violenta o molestamente, la quietud.
Pues bien, para los estoicos, epicúreos y escépticos, Ataraxia es una disposición de ánimo gracias a la cual alcanzamos el equilibrio emocional (la felicidad) mediante la disminución de la intensidad de nuestras pasiones y deseos y la fortaleza del alma frente a la adversidad.
Pero no deja de ser curioso que en diferentes culturas y religiones se hable de este concepto de imperturbabilidad.
Santa Teresa de Jesús nos legó un poema precioso que comienza diciendo “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza…”
Hay un libro que recoge enseñanzas del Islam (escrito por Aaidh Ibn Abdullah al-Qarni) que precisamente se titula “Nada te turbe”.
Y he encontrado unas citas de un texto metafísico hinduista del siglo II a.C. (Bhagavad Gita) que dicen: “Quien no se turba en medio de las tristezas, quien en medio del placer no siente deseo, quien ha abandonado todo impulso, temor o cólera, éste tiene entendimiento estable”. “Quien no se inmuta por nada, aunque le acaezca un mal o un bien, quien ni odia ni se entristece, éste está sólidamente en posesión de la sabiduría”.
Sin tener nada que ver con toda esta gente, mi amigo Angel lo resume diciendo “Me estoy volviendo cada vez más simple. Cada vez pienso menos”.
Y yo mismo, siguiendo el ejemplo de estos grandes pensadores (incluido mi amigo) y haciendo caso a lo que me pide el cuerpo (escuchando mi voz interior, dirían algunos) he decidido intentar convertirme (usando los dos “palabros” explicados hasta ahora) en el paradigma de la ataraxia ¿qué os parece?
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