¿cuántas veces no nos hemos encontrado con dificultades en nuestra vida o en nuestro quehacer diario?
¿cuántas veces no hemos dicho a nuestros hijos (o nos han dicho nuestros padres) que para conseguir algo es necesario poner algo de nuestra parte?
¿cuántas veces no hemos oído aquello de que el esfuerzo siempre tiene su recompensa?
¿y cuántas veces no hemos tenido que aprender de nuestros errores por no aprender de los de los demás?
Un vecino que vivía apartado del pueblo y pasaba por allí todos los días con un fardo de leña para vender sobre sus hombros, llegó a la altura de la piedra. Iba bastante cansado, pero puso su carga en el suelo trabajosamente y trató de mover la roca hacia un lado del camino. Después de empujar y empujar, con gran esfuerzo, lo consiguió. Cuando iba a recoger su fardo de leña, encontró en el suelo, justo donde antes había estado la roca, una bolsa de cuero. Abrió la bolsa y vio que contenía un buen puñado de monedas de oro y una nota del rey diciendo que ese era el premio para la persona que quitara la piedra como recompensa por despejar el camino.
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