Érase una vez un mago que iba por un camino por el que no
había árboles que le dieran sombra.
¡uff! ¡cuánto sol! ¡qué calor!
Pero bueno, yo soy mago –pensó- seguro que encuentro algo en
mi chistera que me sirva para protegerme del sol. Y entonces sacó de la mochila
su chistera, la golpeó con su varita y dijo
las palabras mágicas
¡abracadabra!
Metió la mano en la chistera y sacó… ¡un conejo!
Esto no me sirve…
¡abracadabra! Y salió una paloma
Y así siguió ¡abracadabra! Un pañuelo
¡abracadabra! Una
baraja, ¡abracadabra! confetis…
¡no hay manera!
Desesperado, desistió de seguir
intentándolo, se puso su chistera dispuesto a seguir su camino y entonces se
dio cuenta de que había estado buscando lo que ya tenía.