Vergüenza. Bonito palabro, siempre que la tengas.
Según el DRAE, vergüenza significa, en su primera acepción, "turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena". Y sinvergüenza, dicho de una persona: "Que comete actos ilegales en provecho propio, o que incurre en inmoralidades".
En estos días corren ríos de tinta en los medios de comunicación hablando de gente que tiene muy poca (escándalos de corrupción, amiguismos varios, imputados, desfalcos, fraudes...) y no seré yo quien a estas alturas intente competir con los profesionales que viven de hablar de ello.
Pero sin llegar a esos niveles, creo que todos conocemos a alguien, bien directamente o por proximidad, que perfectamente podría encajar en el capítulo de los 0,0% de este ingrediente.
Mis últimas experiencias laborales, sin ir más lejos, me han hecho conocer a alguno que, tras cerrar dos empresas dejando impagados a trabajadores, proveedores y demás (y hablamos de mucha pasta), ya está debiendo dinero (retrasos en nóminas, por lo menos) en otras de las empresas que tiene y aun así, tiene la osadía (por no decir otra cosa) de ir haciendo ostentación (cambio de coche y de vivienda, preparativo de boda por todo lo alto...) y de permitirse el lujo de dar clases de gestión y charlas sobre cuáles son las claves del éxito empresarial... ¡manda cojones!!!
Pero eso sí, si les preguntas, estos "sin" (vergüenza) te dirán que ellos son "muy buenos" y que la culpa de que sus ideas no cuajen o sus proyectos no funcionen (es decir, su propia incompetencia) siempre es de los demás, ya que como el del chiste que iba por la autopista en dirección contraria, son incapaces de reconocer que son ellos los que van en la dirección equivocada.
En fin... "cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras..."