miércoles, 7 de febrero de 2018

no más excusas



Cambiar un hábito por otro requiere, sin duda alguna, un esfuerzo, ya que cualquier cambio supone modificar una serie de comportamientos que ya tenemos instaurados en nuestro subconsciente y automatizados en nuestro modo de vida.

Cuando hablamos de dieta y ejercicio, es decir, de vida saludable, pasa lo mismo. Todos tenemos buenas intenciones, pero cuando toca renunciar a la cervecita con patatas fritas cuando estamos con los amigos o hay que ponerse las zapatillas para salir a correr, cualquier excusa nos vale para posponer esas buenas intenciones para más adelante.

Y excusas, podemos encontrar un montón y así nos inventamos pretextos para justificar nuestra inactividad o nuestra mala alimentación, o lo que es lo mismo, nuestra falta de compromiso con nosotros mismos.

Pero lo peor de todo, es que nos acabamos creyendo que esas excusas son verdad e intentamos justificarlas. La buena noticia es que todas esas justificaciones, se pueden rebatir y podemos encontrar tantas motivaciones como excusas.

Recuerda tu prioridad número uno: Primero tienes que estar sano. Después, todo lo demás. Si no gozas de un buen estado de salud físico y mental, difícilmente podrás rendir eficazmente en otros campos de tu vida. Incluso tu imagen es un reflejo de tu salud porque una buena alimentación, una condición física saludable y una buena calidad del descanso nocturno tienen como consecuencia una buena imagen.



En el tema de la alimentación ¿Quién que haya estado a dieta no ha aprovechado que tiene invitados, o que come fuera de casa o que está nervioso, o que tiene algo que celebrar o, o, o...? Pero puestos a buscar excusas, una de las que se esgrimen con más frecuencia es el tipo de actividad laboral que se realiza. Os puedo asegurar que he conocido en la consulta a personas que ejercían trabajos distintos y que todos los que se lo han planteado seriamente y con una actitud positiva, han conseguido adelgazar, les haya costado más o menos.



Y si hablamos de hacer ejercicio, siempre escucharemos la excusa de que “No tengo tiempo”.

Vamos a ver, “alma cántaro”. Una semana tiene 168 horas. Si descontamos 8 horas diarias de sueño, te quedan 112 horas. Quitemos 10 horas diarias de trabajo (8 horas de jornada laboral y 2 de tareas de casa) y aun así te quedan 60 horas semanales ¿me quieres decir, de verdad, que no puedes sacar tres horas a la semana para hacer ejercicio? Pues que quieres que te diga. No me lo creo. Y más cuando las estadísticas dicen que pasamos una media de tres horas ¡diarias! delante del televisor…

Además, siempre será mejor hacer poco que no hacer nada ya que el mero hecho de hacer algo ya es positivo para tu cambio de hábitos porque tu cuerpo necesita ser estimulado con una cantidad mínima de actividad física, que hecha de una manera regular, favorece que se vayan produciendo pequeñas adaptaciones beneficiosas para tu condición física.



En resumen, cualquier excusa es buena para cuidarse.





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