domingo, 28 de noviembre de 2010

no hay que confundir el hambre...

Corre por ahí la idea de que para adelgazar hay que pasar hambre. ¡Craso error! Una dieta de adelgazamiento en la que se pasa hambre es, de entrada, una dieta mal planteada.
Lo que sí puede ser frecuente es que se pasen “ganas de comer”, es decir, que nos llamen la atención exageradamente aquellos alimentos de los que debemos prescindir por ser altamente calóricos o desaconsejados en la dieta.
No es lo mismo, por tanto, el hambre y las ganas de comer, aunque hay gente que las confunde y, a veces, incluso, como dice el dicho, se juntan.
Por otra parte, si hablamos de hambre, hemos de decir que no es malo llegar con sensación de hambre a la hora de las comidas. De hecho, si no tuviéramos esa sensación, podríamos morir por inanición, ya que nuestra cerebro no recibiría la información de que “falta combustible” y, al no mandar la orden de búsqueda de alimento, sería muy posible que no nos preocupáramos de conseguirlo. Por tanto, llegar con “hambre” a las comidas lo podemos considerar como algo positivo e, incluso, deseable.
Lo que ya no podríamos considerar normal sería el quedarnos con sensación de hambre después de las comidas, pues sería un indicador de que la ración ha sido insuficiente y, por consiguiente, sería más que probable que tuviéramos que replantearnos, al menos, ciertos aspectos de la dieta.



lunes, 22 de noviembre de 2010

reflexiones joteras

(tran, tran, tran, tran)

Si canto me llaman loco
Y si no canto, cobarde.
Si bebo vino, borracho;
Si no bebo, miserable.


domingo, 14 de noviembre de 2010

buena o mala ¿suerte?

El otro día oí a una persona a la que le deseaban suerte decir que no la quería, porque la suerte puede ser buena o mala y ante la posibilidad de que fuera mala, prefería no desearla sino confiar en su preparación y trabajo.
Al hilo de esto, aquí os dejo un par de historias relacionadas con la suerte, a ver qué os parecen.
1ª historia.-
Había una vez un niño pobre que lo que más deseaba en este mundo era un caballo, pero no tenía dinero para comprarlo. Justo ese día pasó por su calle una manada de caballos con un potrillo incapaz de acompañar al grupo. El dueño de la manada, que conocía el deseo del niño, le preguntó si quería el potro. Exultante, el niño aceptó. Un vecino, al saber lo ocurrido, dijo al padre del niño que su hijo tenía mucha suerte. El padre le preguntó por qué, y el vecino respondió: "Su hijo quería un caballo, pasa la manada y le regalan un potrillo, ¿no es eso suerte?". "Puede ser una suerte o una desgracia", contestó el padre.
El niño cuidó el caballo con celo pero un día ya crecido, el animal huyó. Esta vez el vecino dijo: "Su hijo no tiene suerte: le regalan un potro, cuida de él y cuando crece, huye". "Puede ser una suerte o una desgracia" repitió el padre.
Pasó el tiempo y un día el caballo regresó con una manada salvaje. El niño, que ya era un muchacho, consiguió cercarlos y adueñarse de todos. Y el vecino dijo: "Su hijo tiene suerte: recibe un potro, lo cría, éste huye y vuelve con una manada de caballos salvajes". "Puede ser una suerte o una desgracia", respondió de nuevo el padre.
Más tarde el joven se rompió una pierna mientras domaba a uno de los caballos. El vecino entonces dijo: "Su hijo no tiene suerte: el potro huye, vuelve con una manada salvaje y al domar a uno de los caballos se rompe una pierna". "Puede ser una suerte o una desgracia", insistió el padre.
Días después, el reino donde vivían declaró la guerra al reino vecino. Todos los jóvenes fueron reclutados, menos el que estaba con la pierna rota. Y el vecino dijo: "su hijo tiene mucha suerte..."
La vida es así: todo lo que sucede puede ser una suerte o una desgracia. Lo que al principio parece una desgracia, en el futuro puede ser una suerte.
2ª historia.-
Ubiquémonos en un aeropuerto en algún lado del mundo. El Señor “A” extraña a su familia y llega al aeropuerto para viajar de inmediato a visitarlos. El Señor “B”, al igual que el Señor “A”, quiere viajar al mismo lugar ya que se le ha presentado la posibilidad de entrar en un negocio millonario, lo que le sitúa también en el bando de la buena suerte, pero debe llegar hoy mismo o la oportunidad se perderá. El Señor “B” llega justo después de que el Señor “A” compró el ultimo pasaje disponible. Por lo tanto, con el vuelo completo y a punto de perder su negocio, el Señor “B” abandona el bando de la buena suerte y pasa al bando de la mala suerte equilibrándose el sistema. Para el Señor “B”, la única posibilidad es la lista de espera, en la que se anotó con la ilusión de poder abordar el avión. Pero en pleno embarque el Señor “A” empieza a sufrir fuertes retortijones a causa de la ansiedad con la que ha comido la hamburguesa con mayonesa en la cafetería del aeropuerto. La suerte del Señor “B” ha vuelto a cambiar ya que pronto se enterará que ha pasado nuevamente del bando de la mala suerte al de la buena suerte porque la descomposición del Señor “A” es tan severa que no logrará despegarse del inodoro con tiempo suficiente para subir al avión, situándose ahora en el bando de la mala suerte. Todo es dicha y alegría para el Señor “B”, pues finalmente viajará y podrá concretar su negocio millonario. Pero en pleno despegue un desperfecto origina un incendio en el motor del avión provocando un accidente fatal. Ahora el Señor “B”, que estaba en el bando de la buena suerte, vuelve al bando de la mala suerte, pues no solo pierde la oportunidad del negocio, sino que pierde además su propia vida en el accidente aéreo. Mientras, el Señor “A”, todavía severamente indispuesto, vuelve a abandonar el bando de la mala suerte por haber perdido el avión para pasar al bando de la buena suerte y seguir con vida, aunque él, aun ignorando lo ocurrido, siga maldiciendo su merienda y su mala suerte.
Este es un burdo ejemplo con trágicas consecuencias. Pero sean los acontecimientos grandes o imperceptibles, es así como sucede todo el tiempo y la mayoría de las veces ni nos enteramos.