domingo, 26 de septiembre de 2010

época de cambios

Últimamente tengo la cabeza y la vida un poco patas arriba.
En las últimas semanas me he encontrado con que he cerrado la consulta con la carga emocional que eso me ha supuesto. No en vano he pasado en ella buena parte de mis últimos 22 años con todo lo que eso conlleva tanto a nivel personal como profesional.
Hoy mismo he ido a recoger unas cosas y a mirar la correspondencia y he sentido una sensación extraña, como de nudo en el estómago. Incluso ahora que estoy escribiendo me noto un pequeño nudo en la garganta y una leve niebla en los ojos…
También me he subido al carro de un nuevo proyecto/reto profesional que por una parte me ilusiona muchísimo, pero por otra me genera una cierta inquietud. Me imagino que la normal del cambio y de afrontar una nueva etapa y esperar estar a la altura de las circunstancias.
Además he pasado la primera “enfermedad” que me ha dejado un par de semanas fuera de combate y que me ha hecho darme cuenta, aunque ya lo sabía, de que no somos invulnerables. Afortunadamente ya me he recuperado y hoy me he vuelto a calzar las zapatillas de running para trotar unos poquitos kilómetros.
Pero por si esto no fuera poco, y aunque era lo único que tenía previamente anunciado, llevo (perdón, llevamos) una semana con el nido vacío, ya que nuestro hijo (ahora voy a hablar en plural) ha salido a estudiar fuera y nos ha dejado otra vez “de novios”, situación a la que los tres nos tenemos que acostumbrar. Él a su nuevo entorno de cambio de residencia, separación de la familia, universidad y nuevos estudios, nuevas relaciones personales… y nosotros (los padres) a vivir con el agujero que deja en la casa, en el tiempo y en el espacio que llenaba y en el corazón.
También hoy he estado hablando un rato con él y también al escucharlo he vuelto a notar esos sentimientos encontrados (o contrapuestos). Por una parte la alegría de saber que está bien y de que empieza a volar solo (de hecho yo tenía muy claro que para su formación como persona tenía que salir a estudiar fuera de casa) y por otra parte esa sensación de vacío en el estómago por su ausencia. Incluso ahora que estoy escribiendo me noto un pequeño nudo en la garganta y una leve niebla en los ojos…
Aunque creo que la que más cambios va a notar, aunque ni ha salido a estudiar fuera ni ha cambiado de actividad laboral, va a ser mi mujer, que se va a tener que adaptar al vacío en el nido que ha dejado el hijo y a mi nuevo ritmo de trabajo.
Como decía al principio, época de cambios. Intentaremos adaptarnos a ellos y llevarlos lo mejor posible.
Perdonad el rollo, pero me tenía que desahogar. Ya sabéis, como el del chiste:
“Socorrista, socorrista, que ahí hay uno que se está ahogando.
Pues dile que llore.
¿para qué?
Para que se desahogue…”

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