viernes, 23 de septiembre de 2011

cerrojo

En cierta ocasión un rey envió varios emisarios por todo el reino para encontrar hombres llenos de sabiduría y experiencia entre los que pudiera elegir al consejero ideal. Tras varias semanas de búsqueda, solo tres individuos quedaban en liza. Para elegir entre ellos a su consejero personal, el rey decidió someterlos a una última prueba.
Los hizo encerrar en una habitación de su castillo en cuya puerta había un cerrojo con un mecanismo sumamente sofisticado. Los más grandes sabios del reino habían imaginado su complejidad.
El rey informó a los tres candidatos que quien lograra encontrar los secretos del dispositivo se convertiría en   su primer ministro y consejero personal. Deseó suerte a los tres y los dejó ante la resolución del problema.
En cuanto la puerta se cerró, dos de los hombres se dedicaron a difíciles cálculos de probabilidad para intentar descubrir los secretos del complicado cerrojo. Mientras tanto, el tercero se instaló en una silla y con las manos apoyadas en las rodillas observaba a los otros dos sin intentar hacer nada con las manos para averiguar la combinación.
Mientras los dos primeros se atareaban y desmenuzaban todo tipo de hipótesis, el otro permanecía sereno, siempre sentado, manteniendo una gran distancia ante la situación, tan tranquilo que esa calma enojaba a sus competidores.
De repente, se levantó, se dirigió hacia la puerta y, sin vacilar, le dio vuelta al pomo y la abrió.
¡No estaba cerrada!
El rey recibió al sabio con una amplia sonrisa y, como había prometido, le nombró su consejero personal.

A menudo nos creemos encerrados en cárceles o sistemas a los que procuramos adaptarnos, a trancas y barrancas, y cuya salida no vemos. Sin embargo, la cárcel en la que creemos estar encerrados no lo es. Su puerta no tiene cerrojo.
Solo de nosotros depende girar el pomo para permitirnos una existencia mejor.,
Basta con decidirlo, pues somos libres aunque a veces no nos demos cuenta de ello.

domingo, 4 de septiembre de 2011

bodas de diamante

(Dedicado a mis padres en su sexagésimo aniversario)

Hoy tenemos un motivo para estar en esta misa esbozando una sonrisa para hablar de un amor vivo: Del amor de nuestros padres.

De un amor que se diría amor de profesionales. Y ellos nos contestarían: no somos profesionales, somos personas normales que cumplen su juramento de luchar cada momento sus votos matrimoniales.

Y es que el amor que os tenéis es un esfuerzo constante, tan duro como el diamante, que hoy cumple 60 años y aun tira para adelante, con sus idas y venidas, sus rutinas y su inercia, su cariño, su paciencia, sus malos y buenos días.

Con riñas, con discusiones y con reconciliaciones que aguantan la llama viva haciendo, en definitiva, un amor de esfuerzo diario que se ha vuelto extraordinario.

Que el Señor nos los bendiga por estos sesenta años y que su ejemplo nos diga que hay que luchar con empeño y seguir siendo constantes para llegar con buen tino, no a las bodas de diamantes, sino a bodas de platino.

Y aquí estamos vuestros hijos, yernos, nueras, nietos, nietas y las dos nuevas biznietas, que hoy os queremos brindar nuestro orgullo y nuestro aprecio y al mundo entero gritar:


VUESTRO AMOR NO TIENE PRECIO